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La bondad es una tendencia natural a hacer el bien. No se aprende a ser bondadoso en ninguna parte. Sencillamente se es y se practica. Es una de las virtudes más excelsas del ser humano, quizás la que más lo acerca a su deseo de alcanzar la perfección.

La mayoría de las personas asocian la bondad con la dádiva material. O sea, cuando existen de por medio bienes de consumo que se donan sin que hayan sido pedidos. Es cierto, el gesto de ofrecer lo poco o lo mucho que tenemos, en beneficio de los demás, pone a prueba lo magnánimo y, a la vez, la fortaleza de nuestro espíritu.

Sin embargo, los seres humanos paradigmas de esta virtud se caracterizan por haberla ejercido en el plano subjetivo, en lo espiritual, entre otras razones porque han sido personas que, precisamente por su afán de servir al prójimo, se despojan de todo lo material, nada poseen.

La Madre Teresa de Calcuta, quien murió en 1997, sigue siendo el más genuino modelo de bondad en los tiempos que corren.

Para ser bondadoso se necesita poseer otros dones naturales. Por eso califico la bondad como una virtud de virtudes. Ante todo hay que ser optimistas y vivir con la convicción de que todo lo que vamos a hacer por los demás, tanto en lo material como en lo espiritual, siempre traerá resultados positivos. De lo contrario, todo sería una engañifa.

Ejercer la bondad es amar, ser tolerantes, practicar el perdón, ser compasivos. Quienes hayan leído la Biblia, tanto por placer como por convicción, en el Evangelio de Lucas seguramente disfrutaron de la parábola del buen samaritano. Cuenta que un sacerdote y su asistente pasaron cerca de un judío herido y pretendieron no verlo. Sin embargo, un samaritano pasa y, a pesar de que los judíos y los samaritanos eran enemigos, le vendó las heridas, lo montó en su burro y lo llevó hasta una posada donde podían curarlo. El samaritano pagó por los servicios de la posada en favor del hombre judío. De ahí la famosa frase que califica al bondadoso como “un buen samaritano”.

Implica ser amables y practicar la cortesía, saludar e, incluso, saber escuchar. Obrar con bondad significa poner en función de los demás todo el manantial de cualidades que dignifican al ser humano, nunca comulgar con la vanidad o el engaño, porque adulterarla enrarece nuestra dignidad.

La Madre Teresa era una mujer menuda. Sin embargo, sus convicciones eran tan sólidas como una roca. A personas como ellas el gran escritor norteamericano Ernest Hemingway les dedica frases como esta: «Todo acto de bondad es una demostración de poderío».