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Construyendo puentes

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Cada ser humano tiene su propia historia, cada uno trae su bagaje de cosas buenas y no tan buenas, experiencias, pérdidas, alegrías. Todo eso, como las piezas de un gran rompecabezas que se van uniendo poco a poco, forma lo que somos hoy.

Sin embargo, nadie dijo que era fácil. Vinimos a aprender lecciones en cada momento de nuestra historia o a enseñarlas, y somos todos maestros y aprendices, según el momento que nos toca vivir.

En medio de todo este remolino de sentimientos y situaciones, a veces simplemente tenemos que parar y ver la vida en perspectiva. Nuestra vida y todo lo que tenemos a nuestro alrededor.

El día en que entendamos que todos somos uno, que, más que poner toda nuestra atención en el pecado y en las inconsistencias, la deberíamos de poner en el amor, en la solidaridad, en la justicia social. Ese día entenderemos el verdadero camino de una espiritualidad en este siglo.

Cómo nos cuesta entender que en esta vida lo único importante es realmente hacer y rehacer esos puentes para que podamos pasar todos, con nuestras diferencias. Y que lo más importante no son nuestras diferencias, sino más bien nuestras coincidencias. ¿En qué estamos de acuerdo?

Una vez que entienda esto, entonces propóngase vivir una vida feliz, sana, próspera. Pero, sobre todo, piense que se merece todas y cada una de las cosas lindas y maravillosas que la vida ha puesto en su camino. No lo cuestione, vívalo con pasión, con amor, con respeto. ¡Sea feliz! ¡Propóngase ser feliz en cada célula de su cuerpo, haga que su cuerpo se lo crea, sonría, salga a dar abrazos, simplemente ame!

El ser humano se ha estrellado una y otra vez en su egoísmo, en su egocentrismo y en su doble moral, llevando máscaras que se avejentan y se enrancian. ¿No cree usted que ya es tiempo de sacar esas máscaras al sol, verlas como un recuerdo lejano y no volverlas a usar más?

¿No cree que ya es tiempo que dejemos de destruir esos hermosos puentes y empecemos a construirlos, con amor, con alegría?

Cierre los ojos, imagínese un puente hermoso, piense cómo le gustaría pintarlo. Ahora imagínese las flores que quiera alrededor, imagine cómo atraviesa ese puente y las personas que están fuera no lo critican ni lo señalan al contrario, le sonríen, lo aprecian.

Así debemos sentirnos todos, atravesando puentes llenos de amor, color y sonrisas. La humanidad está demasiado dañada como para seguir marcando a todos con nuestros dedos acusadores. Dios no nos acusa ni nos castiga. Entonces, ¿por qué lo hacemos nosotros?