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Estuve en una conferencia muy enriquecedora donde se habló de los principios y conceptos básicos del Ho’oponopono que, básicamente, es una filosofía hawaiana que invita a borrar todo aquello que nos complica la existencia, con lo que no nos gusta vivir o, dicho de otra forma, lo que «nos hace» sufrir.

No tenía mucho conocimiento sobre el tema, así que decidí darme la oportunidad de asistir. Estuve conectada a mi Twitter y Facebook comentando algunas de las cosas que iba escuchando. Para fines prácticos, transcribiré un par de esas frases publicadas para poder exponer mis puntos y profundizar un poco más en ellas.

Si hablamos de «borrar cosas» pensaríamos en esos recuerdos de momentos tan difíciles que nos ha tocado vivir, personas que nos han herido o cosas que hemos hecho mal, ¿verdad? Pues, en parte, esta filosofía trata también sobre esos puntos, pero de una manera muy peculiar.

Va entonces mi primera reflexión: «Perdono porque me amo y sé que no merezco sufrir esos rencores…» ¿Nos hemos dado cuenta de todo lo que nos atormentamos pensando rencorosamente en esa persona? Y, mientras lo hacemos, ¿somos conscientes de la cantidad de sentimientos negativos que estamos experimentando?

Por ejemplo, más de una ocasión sentimos un nudo en el estómago, se nos ponen frías las manos, nuestro cuerpo se tensa, apretamos la mandíbula y en más de una ocasión terminamos llorando. ¿Hemos imaginado lo que esto significa para nuestro cuerpo? Es decir, qué es lo que empieza a fluir por nuestra sangre, en nuestro hígado, en nuestros músculos.

Literalmente nos estamos haciendo daño, también físicamente. Pero más allá de lo físico, lo que estamos haciendo es alimentando, emocional y mentalmente, esos sentimientos negativos y esos recuerdos, agregándoles más valor sentimental (negativo, por cierto). Esto nos hará aún más difícil la tarea de soltar y poder conseguir el tan anhelado perdón. ¡Pero hasta nosotros nos damos la orden de no perdonar! «Esto es algo que nunca perdonaré», ¿les suena?

Ahora veamos el otro lado, es decir a nuestra contrarte (si fuera una persona) o la situación que tanto nos duele. ¿Le pasa algo si lo odiamos? ¿Siente algo en el momento en que estamos enojados recordándolo? ¿O ni se entera de que estemos atravesando por un mal momento? Duele reconocerlo, pero así es. El rencor, el «no perdón» es un daño de una sola vía. Lo peor es que es «de nosotros, para nosotros», a nadie más le afecta.

Así que la idea de perdonar porque me amo y sé que no merezco estar acarreando esa destrucción a mi vida, es completamente cierta y saludable. No para los otros, sino para mí.

Revisemos a quién aún no perdonamos, revisemos qué situación de nuestra vida aún no hemos resuelto, qué pensamientos nos hacen enojar, odiar, llorar de cólera.  Y por amor a nuestra vida y a nuestro derecho de vivir felices, ¡soltémoslos!