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Hace mucho se ha hablado sobre la conciencia colectiva. También sabemos que el mundo se viene auto-flagelando y autodestruyendo. Pero, ¿qué pasaría si cambiáramos el «chip», por así decirlo, a un mundo feliz? Y no hablo de «Un Mundo Feliz», de Aldous Huxley, sino de verdad, sin sarcasmos, de un mundo feliz.

¿Usted se ha preguntado qué pasaría si, en lugar de que las personas fueran por el mundo contando sus penurias y lo mal que las trata la vida, repartieran sonrisas, abrazos y hablaran de lo bueno y positivo que les da? De lo provechoso y maravilloso del milagro de la vida y de las cosas cotidianas. ¿Se ha preguntado qué pasaría?

Esa energía es contagiosa. Podríamos hacer verdaderos milagros, porque lo primero es creerlo, creernos que la vida es buena. Que si estamos en este mundo es porque existe un Dios maravilloso que creó nuestra alma y que lo único que quiere de nosotros es que seamos plenos y felices. Una vez que lo tenemos claro, entonces buscaríamos nuestro Dharma, nuestra misión de vida: ¿Para qué vinimos a este mundo? Y finalmente estando en Dharma, buscaríamos como hacer felices a los que nos rodean.

¿No te parece como el extracto de una novela de ciencia ficción? Pues sí, conociendo al mundo, por supuesto. Pero es que precisamente ahí es donde está el fondo del asunto.

¿Qué pasaría si nos obligaran a ser felices? ¿Qué pasaría si Jesús bajara hoy a la tierra, se pusiera un jeans y una camiseta (perdón, pero no me lo puedo imaginar en traje y corbata) y nos viniera a dar un mensaje? Creo que nos hablaría cara a cara y su mensaje sería simple y directo, como siempre ha sido Él. Probablemente sería: «¡Sean felices!». ¿Y qué tal si en lugar de decirlo nos lo da como mandamiento? Uno, solo un mandamiento: «¡Sean felices!».

¿Qué haríamos? Probablemente, tendríamos que pensar si somos plenos, si somos felices, si tenemos pasión todos los días de nuestras vidas por lo que somos, por lo que le damos al mundo. Y, si usted no es feliz con lo que es, ni con lo que hace, y viniera Jesús, lo mirara a los ojos y le dijera: «Solo quiero que seas feliz»… ¿Qué contestaría? ¿Qué haría?

Me imagino que muchos seres humanos se verían en problemas. Porque si en este mundo la gente fuera realmente feliz, no existirían tantas guerras, ni tanta violencia, ni tanta falta de solidaridad con el prójimo.

Imaginen que el tiempo dedicado a hablar mal de otros, a tratar de que otras personas no tengan éxito, a inventar chismes y rumores, ya no exista más. Y, por el contrario, que se utilice para hacer el bien, para apoyar a los demás, para comprendernos y comprender a los otros. Entonces este sería el mundo con el que soñamos muchos.

Pero, más que un sueño, es algo que podemos hacer realidad. Si en lugar de tanta noticia negativa, los noticieros se especializaran en noticias positivas, lo que quedaría al final sería algo bueno y no una sensación de impotencia y dolor.

Hoy te invito a proyectarte y soñar con un mundo feliz, de armonía, en el que no exista la envidia, la mala fe de las personas, las intrigas, las mentiras, la desesperanza. Un mundo que sus principales pilares sean la sinceridad, la solidaridad y la lealtad.

¿Será que algún día nuestro mundo podrá cambiar? Yo no pierdo la fe, ni la esperanza, ni el amor. No lo pierdo, no puedo perderlo. ¿Y tú?